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La neutralidad de la red es solo el principio

La Comisión Federal de Comunicaciones de Estados Unidos (FCC, por sus siglas en inglés) informó que propondrá que los operadores de banda ancha sean reclasificados bajo el Título II de la ley de telecomunicaciones de ese país; es decir, pasarán a ser "common carriers" y quedarán sujetos a reglas de interconexión y de no discriminación. Sólo se reclasificarán los operadores de redes (las telefónicas, incluidas las que ofrecen datos móviles, y los cables), no los servicios y aplicaciones (Facebook, Netflix, YouTube, iTunes Store, etcétera), y no se impondrán tarifas ni precios.

La movida tiene el objetivo, dijo Tom Wheeler, presidente de la FCC, de garantizar la neutralidad de la Red. Sin embargo, uno de los principales reclamos de los consumidores de ese país, que se desagregue el bucle local, no fue mencionado por Wheeler, como así tampoco las limitaciones en el volumen de tráfico que ejercen algunos proveedores de Internet, especialmente (aunque no limitado a) los satelitales y móviles. Desagregar el bucle local, ya lo sé, suena a que el sol de enero me hizo mal, pero significa, grosso modo, que la conexión entre la telefónica y el domicilio del cliente debe ser compartido, a cambio de un abono, con otras compañías de comunicaciones. 

No sé, y es poco probable que alguien pueda saber por ahora, si estas regulaciones van a tener el efecto deseado. En principio, y pese a mi fuerte resistencia al intervencionismo estatal, lo percibo como un paso adelante. Pero la parte escéptica de mi mente no deja de dudar, lo confieso.

Hubo señales de alerta, además. Una de las más significativas es que Wheeler no presentó la propuesta en una conferencia de prensa o un comunicado oficial de la FCC, como era de esperarse, sino mediante un artículo en la revista Wired. Más bien, la propuesta de la propuesta, cuyos detalles todavía no se conocen por entero.

Otro de los dobleces interesantes fue la reacción del público. He leído cientos de comentarios, literalmente, y están los que aplauden la medida, los que dicen que no va a servir para nada, los que creen que el lobby de los grandes proveedores de Internet no dejará pasar la reclasificación, los que ven una conspiración en todo el asunto, los que se preguntan qué es neutralidad, los que se preguntan qué es Internet y, por último, los que se sienten descolocados porque "no puede ser que el gobierno esté haciendo algo a favor de la gente y no a favor de las empresas". Cuando el río suena, agua lleva.

En todo caso, la noticia fue una buena excusa para reflexionar, de nuevo, sobre la neutralidad de la Red, un concepto que se ha probado difícil de definir, esquivo y multifacético. Llegué a algunas conclusiones que me gustaría compartir con ustedes. No tengo claro cuán acertadas son, pero creo que es algo que merece pensarse y debatirse. Para empezar, una vaga e incompleta definición (habrá otras mejores, luego) de neutralidad sería que todo el tráfico de datos por Internet debe ser tratado igual, sin discriminarlo por ningún motivo. A propósito, los datos viajan por Internet encapsulados en paquetes, así que también puede decirse que todos los paquetes deben ser tratados igual. Insisto, esta es una definición preliminar y, a mi juicio, incompleta

Segundo, descubrí que la neutralidad de la Red se plantea siempre como una pregunta por sí o por no. O estás a favor o estás en contra. Por desgracia para legisladores y reguladores es un asunto bastante más complejo. Un ejemplo brutal de esto es que Wikipedia Zero -un proyecto que le permite a la enciclopedia firmar acuerdos con los operadores de telefonía móvil para que no cobren cargos a los usuarios que consultan Wikipedia desde su smartphone- fue declarado ilegal en Chile, porque su ley dice que Internet siempre debe ser neutral. Puesto que priorizar Wikipedia es un desvío de la neutralidad, entonces es ilegal. Alguien no pensó que si dicho desvío trae un beneficio para los ciudadanos entonces debería establecerse una excepción. Hay varios ejemplos de esta clase.

Está en estos detalles y en estas excepciones el que una regulación funcione o sea un desastre. Sobre estas sutilezas, e Internet parece ser la suma de todas esas sutilezas, aquí hay un notable artículo de Enrique Chaparro, presidente de la Fundación Vía Libre, escrito en ocasión del tratamiento de proyectos sobre neutralidad en el Senado de la Nación, el año último. El texto no sólo muestra la complejidad técnica de eso que llamamos "neutralidad", sino que ofrece ejemplos de países que han sabido volcar en la letra de la ley esa complejidad. Es decir, regular bien es difícil, pero no imposible. Y si me lo preguntan, no sólo es posible, sino que es necesario. Necesario, pero no suficiente.

Polaricemos, dale

Creo, además, que hay otros aspectos que hacen muy arduo tratar con este tema en un nivel racional.

Por una parte, se ha politizado el asunto. En Estados Unidos, si sos demócrata, estás a favor de la neutralidad. Si sos republicano, no. Entre nosotros pasa más o menos lo mismo. No vayas siquiera a analizar este Principio Rector Indiscutible, Sagrado y Soberano de la Sociedad Digital, porque entonces, automáticamente, te clasifican como primo hermano del Australopithecus afarensis.

O sea que convertimos un amplio espectro de grises en un Boca-River. Otra vez. Y otra vez no sirve para nada, porque en la práctica la frase "neutralidad de la Red" significa muchas cosas.

Por supuesto que no queremos que una telefónica deteriore el tráfico por cierto puerto. O que el ancho de banda que contratamos sea menor para algunos servicios, comandos y aplicaciones. O que un proveedor empiece a vender conectividad premium a ciertas empresas, evitándose así invertir en infraestructura y, de paso, ahogando a la competencia de esas empresas que pueden pagar la conexión premium. Esa neutralidad está OK. La otra, la que pretende que todos los paquetes sean tratados igual siempre, o de lo contrario todo está perdido, es, como mínimo, poco realista. La falta de neutralidad puede ser una forma de censura, y en ese caso sí es menester prohibir los desvíos. Pero también puede ser un mecanismo de inclusión. ¿Acaso no queríamos eso?

Vinton Cerf, uno de los fundadores de Internet, defiende a capa y espada la neutralidad. El otro padre de la Red, Bob Kahn, se opone a ella. Lógico, el primero habla de la discriminación arbitraria del tráfico de datos, y Kahn, del control de la calidad del servicio mediante la conformación de paquetes. O sea que Cerf y Kahn se están refiriendo a dos neutralidades diferentes. Y todavía hay un par más, dicho sea de paso.

Insisto, la neutralidad no es en blanco y negro, y dicha polarización podría resolverse si en lugar de enarbolar solamente la neutralidad empezáramos a reclamar una Internet abierta. Siempre neutral significa que todos los paquetes deben ser tratados de la misma forma todo el tiempo, lo que en la práctica no puede cumplirse y en ciertas ocasiones no es deseable que ocurra. Siempre abierta, en cambio, significa que todos los usuarios (y esto incluye los emprendedores más vulnerables) deben ser tratados de la misma forma. Confundir usuarios con paquetes es quizás el error más común cuando se habla de la neutralidad. Es por completo irrelevante que los paquetes sean tratados de la misma forma si, al final, el usuario sigue cautivo de un monopolio, debe pagar fortunas por un servicio de mala calidad o si, por su ubicación geográfica, se ve limitado a un ancho de banda escuálido.

Si me lo preguntan a bocajarro, sí, claro, es menester que los paquetes viajen sin restricciones, bloqueos o prioridades espurias, estoy a favor de la neutralidad en el sentido que le dan Vinton Cerf o Tim Berners-Lee, el inventor de la Web. Pero me parece más útil enfocar la discusión en una Internet abierta.

Está también la cuestión psicológica, por así decir. La neutralidad de la Red no es monolítica, como suele presentársela. Es un proceso dinámico que surge de la situación de billones de paquetes de datos a cada instante. Esto es, nunca vamos a tener una Internet neutral y ya. Mucho menos por decreto.

En cambio, sí podemos aspirar a una Internet abierta. Es como ha sido hasta ahora, al menos en las naciones que no censuran lo que ven sus ciudadanos, y los resultados han sido extraordinarios. La Internet abierta cambió el mundo y está planteando una nueva forma de civilización, a pesar de que, por diseño, el protocolo IPv4 contempla la priorización de paquetes, es decir, la no neutralidad.

Una definición técnica

Hagai Bar-El, un experto israelí en seguridad informática, abordó en 2014 la compleja tarea de definir técnicamente la neutralidad, y arribó a resultados muy interesantes. Para él, "la neutralidad es la adhesión al paradigma de que la operación en una cierta capa de un componente de la red (o un proveedor) que ha sido constituido para operar en esa capa no sufre la influencia de la interpretación de los datos procesados en las capas superiores". Las capas a las que se refiere son las del modelo OSI. Así, si un proveedor de Internet mira la interpretación de la capa 7 -que corresponde a la aplicación- para bloquear el tráfico basándose en los contenidos que encuentra allí, está violando la neutralidad porque sólo le corresponde ocuparse de la capa 3, la de red.

Es una definición muy sólida, que luego extiende a los servicios. Con todo, el autor, que es un defensor acérrimo de la neutralidad, es consciente de que los proveedores ejercen cierta manipulación aceptable sobre los paquetes (es decir, se apartan de la neutralidad); por ejemplo, "para evitar que un usuario absorba todo el ancho de banda disponible". Concluye, no obstante, que es tan complicado como fundamental el legislar a favor de la neutralidad, y que por lo tanto hay que hacerlo, aunque sea de una manera imperfecta.

Coincido con su punto de vista, incluso con el de legislar, siempre que se haga de la forma más correcta posible. Pero disiento cuando dice que la apertura de Internet se basa mayormente en la neutralidad. Creo que es más bien al revés. La neutralidad se basa en la apertura. ¿Por qué? Porque durante sus primeros 20 o 25 años Internet se mantuvo abierta y democrática, y esto contuvo los desvíos de la neutralidad dentro de un margen razonable.

Si sólo legislamos sobre la neutralidad, entonces atacaremos exclusivamente el síntoma. Sí, el que Comcast haya estrangulado el tráfico de Netflix para forzar un acuerdo comercial es una violación de la neutralidad, pero es sobre todo abuso de monopolio. Y los monopolios tienden a encontrar formas creativas de sacar provecho de sus posiciones hegemónicas. Si no es violando la neutralidad, será de alguna otra manera.

En mi opinión, la apertura de la Red, legado de su etapa académica, conduce a la neutralidad. No necesariamente al revés.

Titanes en el ping

Todo esto podría interpretarse como una simple cuestión semántica; lo he meditado bastante. Hablemos de "apertura" en lugar de "neutralidad". Sin embargo, como me señaló Chaparro en estos días, el debate sobre neutralidad que se está dando en Estados Unidos parece tener que ver más bien con una lucha de titanes (los operadores de red versus Netflix, YouTube, Apple, etcétera) que con la libertad de expresión y de acceso o los derechos de los consumidores. Es una discusión sobre infraestructura, lo que no está mal, pero en mi opinión sería mejor preservar la Internet abierta, libre y democrática. Es cierto que estos valores comienzan en la infraestructura, como sostiene Hagai Bar, pero de ningún modo se limitan a ella.

-Autor: Ariel Torres

-Publicado en La Nación de Buenos Aires

-Febrero de 2015

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